miércoles, 4 de noviembre de 2009
LAS PERDIDAS POST COSECHA AGRAVAN EL HAMBRE
Las pérdidas post-cosecha agravan el hambre
Las mejoras tecnológicas y la formación ofrecen resultados para reducir las pérdidas
Fabricación de silos de metal para almacenar cereales
2 de noviembre de 2009, Roma - Una cantidad importante de los alimentos producidos en los países en desarrollo se pierden después de la cosecha, agravando así el problema del hambre, según advirtió hoy la FAO. La Organización subrayó que con inversiones y formación adecuadas, las pérdidas de alimentos se podrían reducir en forma drástica.
Las causas de las pérdidas post-cosecha, que algunas estimaciones sitúan entre el 15 y hasta el 50 por ciento de la producción, son muy diversas. Entre ellas figuran la recolección en un momento inadecuado del proceso de maduración, una exposición excesiva a la lluvia, la sequía o las temperaturas extremas, la contaminación por microorganismos y los daños físicos que reducen el valor del producto.
Los cultivos también pierden valor a causa de los derrames, los daños provocados por el uso de herramientas inadecuadas, la contaminación química o un exceso de rudeza en la manipulación (incluyendo acumulación de calor) durante la recolección o las operaciones de carga, empaquetado y transporte.
Las pérdidas de alimentos contribuyen a que los precios permanezcan altos al eliminar una parte de los suministros del mercado. Tienen también impacto en la degradación medioambiental y el cambio climático, ya que se utiliza tierra, agua, mano de obra y recursos no renovables -como fertilizantes y energía- en la producción, procesado, manipulación y transporte de alimentos que nadie consume.
Conservar los productos recolectados
Muchas de las pérdidas -que pueden reducirse en gran medida con una adecuada formación- ocurren a causa de prácticas erróneas de transporte y empaquetado. La FAO, en colaboración con el Banco Mundial y otros socios, ha formado a miles de personas en tres continentes para manejar los alimentos cosechados de forma correcta.
Por ejemplo en Kenya, en donde la contaminación por micotoxinas de los cereales es un grave problema, la FAO, junto al Ministerio de Agricultura, ha proporcionado formación técnica a las partes que intervienen en la producción alimentaria.
Otro grave problema -puesto de relieve durante la crisis alimentaria de 2008-, lo crean las instalaciones de almacenamiento inadecuadas e inseguras que existen en muchos países en desarrollo. En este sentido las intervenciones de la FAO y las organizaciones de donantes pueden tener un impacto significativo.
Un proyecto reciente de la FAO en Afganistán, financiado en gran parte por Alemania, suministró silos metálicos artesanales a cerca de 18 000 familias beneficiarias. El proyecto tenía como objetivo disminuir las pérdidas post-cosecha al mejorar las instalaciones y la capacitación técnica de los hojalateros locales en la construcción de silos. Los silos están sellados herméticamente, protegiendo así a los alimentos almacenados de las plagas, roedores, pájaros y hongos. Otra ventaja es que se permite que los productos sean conservados durante periodos largos sin merma de la calidad.
El efecto fue inmediato. Los campesinos que participaban en el proyecto comenzaron a utilizar los silos para almacenar cereales y legumbres, y poco después señalaron un aumento de los ingresos y la posibilidad de almacenamiento durante más tiempo. Los silos hicieron que las pérdidas post-cosecha descendieran de entre el 15 y 20 por ciento a menos del uno o dos por ciento. Además, la formación técnica de los latoneros significó que se fabricaran otros 4 500 silos adicionales a nivel local, que fueron vendidos a otros campesinos.
En Guinea, entre el 70 y el 80 por ciento de la población tiene en la agricultura su medio de subsistencia, por lo que el proyecto tenía como objetivo reducir las pérdidas post-cosecha desde su nivel habitual cercano al 20 por ciento. Se distribuyeron unos 100 silos con capacidad de entre 100 y 1800 kilogramos y se formaron docenas de artesanos para su construcción e instalación. Como resultado, los campesinos fueron capaces de reducir las pérdidas en sus reservas de cereales al mínimo, y posponer la venta hasta lograr mejores condiciones del mercado.
En total se han instalado o construido más de 45 000 silos en 16 países, y se han formado más de 1 500 profesionales, técnicos y artesanos en su construcción y manejo.
Para lograr que tecnologías como la de los silos sean accesibles a los pequeños campesinos, es necesario intervenir también en otras áreas. En muchos países en desarrollo los agricultores no pueden costearse materiales para construir silos. Por este motivo la FAO ha establecido fondos rotatorios y préstamos para facilitar la difusión de mejores contenedores para el almacenamiento. Otras intervenciones pasan por el establecimiento de mecanismos institucionales innovadores, como los sistemas de recibos en los almacenes.
Impacto de las normas de calidad
A pesar de estos éxitos aparentes, las pérdidas post-cosecha representan aún un problema en muchos países. En los supermercados de Occidente, las frutas y hortalizas se clasifican según unas normas comerciales generalmente aceptadas. Por ello, si el producto está dañado, marchito, verde, deforme o simplemente antiestético, no se ponen en las estanterías de venta al público. A menudo no existe un mercado alternativo para este tipo de productos, que se suele tirar a la basura.
Hoy en día esto no supone tanto problema en los países en desarrollo. Con una población que se espera alcance una cifra récord en 2050 y una mayor urbanización en muchos países en desarrollo, los alimentos de elevado valor añadido tendrán que ser transportados a lo largo de distancias más largas, y con mayores esfuerzos para reducir de forma significativa las pérdidas de alimentos a lo largo de toda la cadena alimentaria. Como mínimo, tendrá que haber un aumento importante de inversiones en infraestructuras de almacenamiento en condiciones de frío y sequedad y en equipos para la fase inicial del procesado.
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